Hacía varias semanas, incluso meses, que no actualizaba la web con nuevas visitas. La situación que hemos vivido en España ha dado un vuelco a nuestras vidas y ha cambiado nuestra manera de pensar y de afrontar nuestra rutina diaria.
La buena noticia es que la web no está abandonada, tengo épocas en las que tengo más ganas de escribir, y otras en las que prefiero invertir mi tiempo en otras aficiones.
En esta ocasión y con motivo de mi celebración de cumpleaños, llevé a mi novia al restaurante Clandestino. Era un sitio que teníamos pendiente desde hace ya bastantes meses, esta era la ocasión perfecta y decidimos aprovecharla.
El Restaurante y la Decoración
El Clandestino es un restaurante con un aspecto bastante moderno, con mucha madera y ladrillos como elementos principales. Yo no soy decorador, así que desconozco si este estilo tiene alguna denominación en particular.
Lo mejor es que veáis las fotos:



La impresión que da es muy acogedora y resulta bastante bonito. Eso si, si quieres conseguir una mesa te recomendamos realizar una reserva, es un restaurante que se llena por completo.
Si tuviera que poner un pero, diría que las sillas no son las más cómodas del mundo, pero tampoco tuve problemas para aguantar toda la cena, simplemente son mejorables.
La Cena
Aquí viene lo bueno, lo más importante y lo que hará que en algún momento volvamos a probar su estupendo menú. La carta del Clandestino se sale de lo habitual, es distinto a lo que podemos encontrar en otros restaurantes leoneses.
El primer plato que pedimos fue el curry amarillo de gambón con verduritas y arroz jazmín. No teníamos la mínima idea de lo que era el arroz jazmín, pero estábamos seguros que sería una buena elección, no nos equivocamos, el arroz siempre está buenísimo.
Este es un plato curioso y su sabor era realmente espectacular, nos gustó muchísimo.
De segundo pedimos las navajas al josper, menier de estragón y caviar de yuzu. A nosotros nos encantan las navajas, el resto nos sonaba un poco a chino y la verdad es que este plato no nos sorprendió especialmente. Las navajas estaban buenas, pero no apreciamos otros sabores especiales, además, algunas navajas nos llegaron con un poco de arenilla, es un poco desagradable comerlas así…
En la foto se puede apreciar el caviar de yuzu, son esas pequeñas bolitas amarillas. La verdad es que no aportaban nada especial, ni un sabor destacable.
De tercer plato pedimos ventresca de atún, arroz venere al ajo arriero, espuma de jamón y salmorejo enchilado. Bajo esta «gran» denominación nos sirvieron un plato muy vistoso al ojo, bien presentado y bastante rico.
Solo puedo decir que nos encontramos el arroz un poco duro, por lo demás, sin ser sobresaliente, lo recordaremos como un plato de calidad. Algo muy positivo es que se trata de un plato con toques distintivos que hacen que nos encontráramos con algo totalmente exclusivo, y que dudo mucho veamos en otro restaurante.
Sin duda alguna, el primer plato fue el rey de la cena, pero ahora vienen los príncipes. Y es que si en algo descata aún más el Clandestino, es por tener el mejor postre que hayamos comido nunca.
Uno de los postres que pedimos fue el ganache de chocolate blanco, este es sin duda el mejor postre que he probado en mi vida, ya hablé de el cuando comenté la cena del restaurante Koy. Por desgracia este restaurante se encuentra cerrado, pero los gerentes son los mismos y adoptaron este espectacular postre del Koy al Clandestino.
Es imposible describir este postre, solo puedo decir que merece la pena venir solamente por probarlo.
El otro postre que pedimos fue la tartaleta de cítricos. Siendo otro postre espectacular, no llega al sobresaliente del anterior.
Ambos postres son ligeros y sin exceso de dulce, perfectos para nosotros. La verdad es que no se me ocurre mejor forma de terminar esta estupenda cena.
Conclusión
El Clandestino es sin lugar a dudas un restaurante de vanguardia con platos diferentes e innovadores con un resultado bastante notable. Antes de visitarlo recomiendo visitar la carta, ya que es posible que no esté al gusto de todos. Actualmente consta de 24 platos y unos pocos postres.
A nosotros nos gusta cenar con un poco de vino, y la carta nos resultó ligeramente más cara que otros restaurantes de la zona, aunque la carta también está un poco por encima de la media.
Aún así, a pesar de los precios, merece la pena darse un capricho de vez en cuando. Nos gustó cómo nos explicaban muy amablemente todos los platos y sus ingredientes, y además nos invitaron a dos chupitos.